Conceptualización de la transferencia
Existen
dos grandes orientaciones en la conceptualización de la transferencia. La
primera la considera un fenómeno universal, que se da a diario en la vida
cotidiana con cualquier persona con la que nos relacionamos; consistiría en el desplazamiento de emociones y conductas
que originalmente se experimentan en relación a personas significativas de la
infancia, sobre ciertos objetos actuales.
Desde
una perspectiva Kleiniana, la transferencia se explicaría por la constante necesidad de los seres humanos de
contactarse con otros y, al ser la relación primera la establecida con la
madre, todo fenómeno transferencial sería un revivir de este tipo de relación
objetal primaria.
La
segunda forma de conceptualizar la transferencia, cual es la que normalmente se
utiliza dentro de los textos de teoría y técnica psicoanalítica, hace
referencia a los procesos de
transferencia dentro de la relación terapéutica.
Dentro
de este contexto, Anna Freud (en Menninger y Holzman, 1973) definió a
la transferencia como todos los impulsos que experimenta el paciente en
relación con el psicoanalista, que no son creación nueva de la situación
analítica objetiva, sino que se origina en relaciones primitivas con los
objetos y ahora simplemente se reviven por la influencia de la compulsión
iterativas.
Otra
definición complementaria a las anteriores la otorgada por Menninger y Holzman
(1973), para quienes la transferencia "son los papeles o identidades
irrealistas que el paciente atribuye inconscientemente al psicoanalista en la
regresión del tratamiento psicoanalítico, y las reacciones del paciente a las
representaciones, que por lo general, derivan de experiencias anteriores"
(Menninger y Holzman , 1973, p.116).
La
transferencia dentro de la terapia psicoanalítica tiene una particular
intensidad. Racker (1990) explica el proceso a través del cual se produce esta
particular fuerza de la transferencia señalando que la abolición del rechazo
que se produce como consecuencia de la asociación
libre y la neutralidad del terapeuta.
Esto
hace que el paciente proyecte sus ideas
rechazadas o rechazantes sobre el terapeuta; estos objetos internos
rechazados y rechazantes son en el fondo los padres introyectados, lo que
explicaría la intensidad de la transferencia en la relación analítica, debido a
que estos mismos objetos rechazados son a la vez los objetos necesitados, por
los cuales siente amor.
Actualmente,
se considera que en la transferencia no sólo se debe considerar la aparición de
emociones y pensamientos del paciente en relación directa al terapeuta, sino
todo aquello que surge en la relación entre ambos, en la llamada transferencia
de situaciones totales.
De
este modo, también debe considerarse en el análisis de transferencia el
modo en el cual el paciente trata de comunicarse con el terapeuta, el modo en
el cual intenta aplicar sus sistemas defensivos al terapeuta y su concepción de
mundo, de la forma en la cual la percibe el terapeuta a través de la
contratransferencia.
Como
ya se ha dicho en la relación terapéutica, como en toda relación significativa,
el paciente inicia procesos transferenciales difusos. Dentro del marco del
psicoanálisis o una terapia psicoanalíticamente orientada, estos procesos son
intencionalmente intensificados con el fin de descubrir los mecanismos infantiles
subyacentes a la neurosis del paciente. A esta reproducción de la neurosis
infantil en la relación con el analista de un modo artificial se le denomina neurosis
transferencial.
La
transferencia es un fenómeno derivado del desplazamiento y la regresión. Para
lograr el establecimiento de la neurosis transferencial es necesario que el
ambiente terapéutico facilite estos procesos a través de algunos factores,
tales como la serenidad y constancia del ambiente, el silencio del analista, la
asociación libre y la escasa información que tiene el paciente acerca del
terapeuta que permite con mayor facilidad la proyección de sus figuras internas
sobre él (Fenichel, 1974).
La
importancia de establecer la neurosis transferencial radica en que permite
conocer y dirigir a la figura del terapeuta los mecanismos y conductas
neuróticamente estereotipadas de modo tal que éste pueda atacar las
resistencias neuróticas mediante las interpretaciones de la transferencia,
logrando una reestructuración de la personalidad del paciente que lo llevaría a
una mejor adaptación.
Es
importante destacar que esta neurosis transferencial no es fomentada en las
psicoterapias breves debido a que, en primer lugar, el encuadre o setting de la
terapia no es el apropiado para lograr los fenómenos regresivos característicos
de la neurosis transferencial y, en segundo lugar, no se pretende cambiar la
estructura de personalidad del paciente sino lograr insight sobre aspectos de la vida cotidiana del paciente.
En
términos generales podemos decir que la transferencia positiva surge
cuando el analizado siente ciertas gratificaciones por parte del analista y se
dispone hacia él con una actitud de amor, distinta a la cooperación consciente
producto de la alianza terapéutica.
Por
otra parte, también podemos hablar de una transferencia negativa, la cual se
produce cuando el paciente revive en la transferencia conflictos que vivió en
su infancia en la figura del terapeuta; normalmente, el terapeuta va a frustrar
los intentos del paciente por actualizar los impulsos, de manera tal que éste
active sus defensas, respondiendo con hostilidad y agresión.
La
transferencia positiva es el móvil más importante para superar las
resistencias, o sea, hacer
consciente lo inconsciente. Cuando la transferencia se
vuelve negativa o sexual, se convierte en una resistencia y su análisis y
disolución adquieren una importancia esencial para poder continuar el trabajo.
Mientras
la transferencia resulta de este modo un gran peligro para el tratamiento, se
constituye al mismo tiempo en su instrumento más importante, pues la vuelta de
los procesos infantiles en la transferencia hace de ella el mejor medio para
hacer recordar aquellas vivencias reprimidas (Racker, H. 1990).
De
este modo, el hablar de resistencia positiva o negativa tiene, actualmente, una
connotación más bien técnica que valórica, en tanto el análisis y la
elaboración de ambas son útiles para el trabajo terapéutico.
Si
en el curso de la terapia psicoanalítica la transferencia se vuelve negativa,
está se transforma en una resistencia; en general, se consideran
resistencias todas aquellas conductas, emociones, pensamientos, impulsos y
fantasías que entorpecen el análisis, dificultando los procesos de recuerdo e
insight, impidiendo el cambio.
Freud se
percató prontamente de esta relación entre las resistencias y ya en su libro de
1912, "La dinámica de la transferencia", señala la aparición de
patrones infantiles de relación que entorpecían el análisis y estableció
que la transferencia era una forma de resistencia, en la cual se repiten formas
de actuar defensivas para no recordar hechos ansiógenos.
Posteriormente, comprendió
que la transferencia era un fenómeno mucho más amplio, en el cual se podía incluir tanto los sentimientos
infantiles positivos como los negativos actualizados en el terapeuta.
De
este modo, en "Más allá del principio del placer" (1920), Freud manifiesta
que también se puede considerar como transferencia el contenido resistido; el
ello canalizaría transferencialmente sus impulsos hacia el terapeuta y el yo
repetiría las defensas que ocupó en la infancia para protegerse de éstos,
oponiéndose ambas instancias reviviendo el conflicto que causó la neurosis.
Estos
dos modos de entender la transferencia han dado lugar a la formación de dos
grupos de psicoterapeutas. El primero expresa que la transferencia es
principalmente resistencia, ya que ella daría cuenta de repetición de ciertos
impulsos infantiles, que ocuparían el lugar del recuerdo; la labor del
terapeuta sería eliminar esta transferencia, para lograr lo esencial del
proceso analítico, el "recordar" (hacer consciente) la infancia
reprimida.
El
peligro de este enfoque está en considerar que lo rechazado sea el pasado,
siendo que para el inconsciente (regido por el proceso primario) no existe
diferencia entre pasado y presente. Lo rechazado es algo doloroso, que nunca se
transforma propiamente en pasado y que se vive como presente en la relación
transferencial.
Para
el segundo grupo la transferencia es lo resistido y lo fundamental en la
terapia es la transferencia misma, la revivencia de conflictos infantiles y su
rectificación. Los recuerdos tienen valor en tanto permiten comprender la
transferencia actual entregando los verdaderos nombres a la relación
transferencial y limpiando el carácter de realidad que tiene la transferencia
para el paciente.
La
contratransferencia sería el conjunto de actitudes, sentimientos y pensamientos
que experimenta el terapeuta en relación con el paciente (Florenzano,
1984).
Al
igual que el concepto de la transferencia, la contratransferencia ha
poseído distintas implicancias: desde una connotación negativa para Freud, que
obligaba a considerarla un proceso a dominar por completo, hasta la actual
valoración de este proceso como una importante herramienta terapeútica
necesaria para comprender los procesos transferenciales del paciente.
La
contratransferencia da cuenta de un hecho generalmente olvidado otro tipo de
terapias: tanto el paciente como el terapeuta se encuentran dentro de una
relación que es interactiva, por lo que el paciente se verá influido por el
terapeuta, tanto como éste por el paciente (Menninger y Holzman, 1973).
Al
igual que la transferencia positiva, la contratransferencia positiva le
ofrece al terapeuta la energía necesaria para comprender el inconsciente del
paciente. La contratransferencia negativa, por su parte, interferiría
en la motivación y en la "objetividad" del terapeuta para realizar
sus intervenciones y sería resultado de la adopción de objetos negativos del
paciente, aunque también podría ser consecuencia de una falsa comprensión
debida la desintegración de los propios objetos del analista.
Así,
Racker (1990) distingue dos tipos de contratransferencia: la
resultante de la identificación concordante, o sea, con el yo y el ello del
paciente y la complementaria que resulta cuando el terapeuta se identifica con
objetos internos del paciente. En este último caso nos encontraríamos frente aneurosis
contratransferencial, la cual es producto de la neurosis del propio
analista, que en la situación analítica revive sus conflictos estableciendo una
transferencia negativa con el paciente.
Para
evitar los efectos perjudiciales de la contratransferencia, el analista debe
tener una actitud activa, que le permita sublimar su contratransferencia y
mantenerla positiva, o sea, debe mantener una actitud de amor hacia el
paciente, a pesar de las agresiones que éste le infiera.
Esto
responde a un principio fundamental "sólo Eros origina Eros"; vale
decir, sólo el amor que entregue el analista será capaz de producir amor en su
paciente, de modo tal de transformar las resistencias de éste en la
transferencia positiva sublimada que permite el trabajo terapeútico.
Por
lo tanto, el consejo que Freud daba para dominar la contratransferencia,
"la actitud de cirujano", no se refiere mostrarse inhumano y frío,
sino que a la conveniencia de no contestar a una transferencia negativa.
De
lo anteriormente expuesto, se deduce que el terapeuta no puede actuar los
papeles que espera el paciente que asuma, situación de gran importancia cuando
los pacientes tienden a ser manipuladores y difícil de controlar cuando tienen
personalidad limítrofe. Sin embargo, puede hacerlo cuando las interpretaciones
no surjan efecto, y luego de esta actuación se analiza lo sucedido,
convirtiéndose la actuación en un medio consciente para lograr una
interpretación.
Menninger
y Holzman (1973) mencionan algunos indicadores de contratransferencia que
podrían interferir con la terapia:
- Descuido del encuadre.
- Somnolencia durante la atención del paciente.
- Tendencia a pedirle favores al paciente.
- Tratar de ayudar al paciente extra-terapéuticamente.
- Discutir con el paciente.
- Cultivar la dependencia del paciente.
- Tratar de impresionar al paciente o a colegas
con el caso.
- Demasiado interés en el caso.
- Fomentar la resistencia del paciente.
Menninger
y Holzman otorgan algunas recomendaciones ante este tipo de contratransferencia:
1. Hay
que estar atento ante la presencia de la contratransferencia, reconociendo sus fallas y
aplicaciones.
2. Reconocer
las manifestaciones de una contratransferencia perturbadora.
3. Al
ser conscientes de la contratransferencia hacer un repaso de la situación
analítica con el paciente tratando de identificar los actos, palabras del
paciente que desencadenaron su reacción en nosotros.
4. No hacer una
introspección tan grande sobre la propia contratransferencia que pierda de
vista al paciente.
Si
bien las recomendaciones que se puedan hacer al terapeuta son muchas, no hay
que olvidar que es un ser humano y muchas veces puede olvidar tales
recomendaciones porque, al igual que sus pacientes, tiene inconsciente y deseos
infantiles.
No
es realista creer que todo terapeuta es un super-hombre o una super-mujer que
puede manejar con total facilidad la transferencia negativa del paciente y ser
capaz de brindarle amor y mantener una contratransferencia positiva, cuando el
paciente lo agrede continuamente.
No
deseamos que un terapeuta actúe contratransferencialmente ante un paciente como
le sucedió a Michel Durand en la novela de Gattégno y termine matándolo, por no
resolver su neurosis infantil. Y aunque los casos reales tal vez no sean tan
dramáticos como este (aunque en realidad no lo sabemos con certeza) es un deber
ético para el psicoterapeuta el someterse a una terapia para conocer sus
conflictos y limitaciones, tanto por su propio bien como para el propio
paciente.
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