Entusiasmada por mi trabajo, aprendo con rapidez nuevas ideas y conceptos; me gusta desarrollar soluciones creativas e innovadoras.
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jueves, 13 de abril de 2017

PSICOANÁLISIS y CRIMINOLOGÍA

El descubrimiento de la vida psíquica inconsciente y la elaboración de un método exploratorio de la misma, principales aportaciones de la psicología psicoanalítica, han revolucionado no sólo la psiquiatría sino también todas las ramas de las llamadas ciencias del hombre. Estos descubrimientos han producido hasta ahora resultados sorprendentes en los dominios de la tecnología, de la pedagogía y de la psicología de la creación y del placer artístico. La Asociación Psicoanalítica Internacional y su grupo local se esfuerzan desde l908 en hacer el nuevo método de investigación y de búsqueda psicológica -en un principio procedimiento exclusivamente médico- accesible a todos los que intentan aplicar la ciencia de Freud al vasto campo de la teoría y de la práctica.
Nadie hasta ahora ha intentado reconsiderar la sociología a la luz del psicoanálisis; los últimos trabajos aparecidos sobre el tema son ensayos fragmentarios u obras muy generales. A mi parecer es urgente que personas competentes se apliquen a esta labor.
Pero no tenemos derecho a esperar que esta nueva ciencia sociológica auxiliar se establezca paulatinamente sobre su base y sea luego elaborada de forma completa. Es preciso incluir de entrada en el programa la investigación susceptible de llegar a resultados prácticos importantes. Considero que la elaboración de una criminología psicoanalítica es una de estas tareas.
En el plano teórico, la criminología actual atribuye los crímenes a la influencia de la herencia y del ambiente, y en el plano práctico, para impedirlos, propone la introducción de reformas eugenésicas, pedagógicas y económicas. Este programa está todavía en sus orígenes y teóricamente agota todas las posibilidades, pero a nivel práctico es superficial y se halla en contradicción precisamente con el determinismo tan frecuentemente aireado, en la medida en que olvida por completo los factores más importantes que determinan el crimen: las tendencias de la vida psíquica inconsciente y sus orígenes, así como las medidas defensivas que se les oponen.
Los relatos cabales de los criminales y la determinación de las circunstancias del crimen, por profundos que sean, no explicarán jamás de manera satisfactoria por qué tal individuo concreto debía, en una situación determinada, cometer tal acto. A menudo las circunstancias externas apenas lo justifican; y el culpable -si es sincero- debe reconocer que a fin de cuentas ni él mismo sabe lo que le impulsó a realizar la acción; pero muy a menudo no es sincero ni siquiera consigo mismo y sólo después busca y encuentra una explicación a su comportamiento incomprensible en el fondo y aparentemente injustificado desde el punto de vista psicológico; dicho de otro modo, racionaliza lo que es irracional.
En mi condición de médico psicoanalista he tenido ocasión de analizar la vida psíquica de algunos neuróticos que, además de los restantes síntomas (histéricos u obsesivos), sufrían también tendencias o impulsos criminales. En gran número de casos, las tendencias de estos sujetos a la violencia, al robo, a la estafa o al incendio pudieron ser atribuidas a móviles psíquicos inconscientes y ser atenuadas, incluso totalmente neutralizadas, precisamente mediante la cura psicoanalítica.
Estos resultados me llevaron a formular la idea de someter los crímenes a una investigación psicoanalítica profunda, no sólo en su calidad de subproductos de enfermedades neuróticas, sino por sí mismo; dicho de otro modo, poniendo el psicoanálisis al servicio de la psicología criminal, haría falta crear el crímino-psicoanálisis.
La realización de este plan no debería tropezar con obstáculos insuperables. Habría que comenzar reuniendo un material crimino-psicoanalítico abundante. He aquí cómo imagino la situación: un psicoanalista cualificado iría a visitar en las cárceles a los criminales legalmente condenados que hubieran dado su consentimiento, y los sometería a un psicoanálisis metódico.
Un tal sujeto no tendría razón alguna para rehusar comunicar todos sus pensamientos y asociaciones, los cuales permitirían descubrir los móviles inconscientes de sus actos y de sus tendencias. Y una vez que hubiera vivido esta experiencia, la relación emocional con el analista, es decir, lo que llamamos la transferencia, le haría desear y apreciar que se ocuparan de él de esta manera.
El estudio científico de los datos psicoanalíticos relativos a una misma categoría de crímenes y proporcionados por distintos individuos permitirá a continuación colmar, con ayuda de un material científico sólido, las brechas abiertas del determinismo criminal.
Este sería el resultado teórico de la empresa. Pero incluso en el plano práctico este trabajo nos abre un buen número de perspectivas. Sin hablar de que sólo una psicología criminal auténtica permitirá hallar los medios para una profilaxis pedagógica del crinen, tengo la convicción de que el tratamiento analítico de los criminales convictos y confesos presenta ya por sí mismo bastantes posibilidades de éxito, en todo caso muchas más que el rigor bárbaro de los guardianes o la mojigatería de los capellanes de prisión.
La posibilidad de un tratamiento psicoanalítico, es decir, de una reeducación de los criminales, nos abre vastas perspectivas.
Son muchos los que justifican el castigo por la necesidad de “restablecer el orden perturbado”, otros cuentan con el efecto disuasivo del castigo para ejercer una acción benéfica sobre la profilaxis de los crímenes; pero en realidad es fácil descubrir en los métodos penales actuales elementos puramente libidinosos, destinados a satisfacer el sadismo de los impulsos represivos.

La orientación y el método terapéutico psicoanalíticos podrían eliminar estos elementos nocivos inherentes al deseo de castigar y facilitar así al mismo tiempo la renovación psíquica de los criminales y su adaptación al orden social.

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