El descubrimiento de la vida psíquica inconsciente y
la elaboración de un método exploratorio de la misma, principales aportaciones
de la psicología psicoanalítica, han revolucionado no sólo la psiquiatría sino
también todas las ramas de las llamadas ciencias del hombre. Estos
descubrimientos han producido hasta ahora resultados sorprendentes en los dominios
de la tecnología, de la pedagogía y de la psicología de la creación y del
placer artístico. La Asociación Psicoanalítica Internacional y su
grupo local se esfuerzan desde l908 en hacer el nuevo método de investigación y
de búsqueda psicológica -en un principio procedimiento exclusivamente médico-
accesible a todos los que intentan aplicar la ciencia de Freud al vasto campo de la teoría y de
la práctica.
Nadie hasta ahora ha intentado reconsiderar la
sociología a la luz del psicoanálisis; los últimos trabajos aparecidos sobre el
tema son ensayos fragmentarios u obras muy generales. A mi parecer es urgente
que personas competentes se apliquen a esta labor.
Pero no tenemos derecho a esperar que esta nueva
ciencia sociológica auxiliar se establezca paulatinamente sobre su base y sea
luego elaborada de forma completa. Es preciso incluir de entrada en el programa
la investigación susceptible de llegar a resultados prácticos importantes.
Considero que la elaboración de una criminología psicoanalítica es una de estas tareas.
En el plano teórico, la criminología actual atribuye
los crímenes a la influencia de la herencia y del ambiente, y en el plano
práctico, para impedirlos, propone la introducción de reformas eugenésicas,
pedagógicas y económicas. Este programa está todavía en sus orígenes y
teóricamente agota todas las posibilidades, pero a nivel práctico es
superficial y se halla en contradicción precisamente con el determinismo tan
frecuentemente aireado, en la medida en que olvida por completo los factores
más importantes que determinan el crimen: las tendencias de la vida psíquica inconsciente y sus orígenes, así como las medidas
defensivas que se les oponen.
Los relatos cabales de los criminales y la
determinación de las circunstancias del crimen, por profundos que sean, no
explicarán jamás de manera satisfactoria por qué tal individuo concreto debía,
en una situación determinada, cometer tal acto. A menudo las circunstancias
externas apenas lo justifican; y el culpable -si es sincero- debe reconocer que
a fin de cuentas ni él mismo sabe lo que le impulsó a realizar la acción; pero
muy a menudo no es sincero ni siquiera consigo mismo y sólo después busca y
encuentra una explicación a su comportamiento incomprensible en el fondo y
aparentemente injustificado desde el punto de vista psicológico; dicho de otro
modo, racionaliza
lo que es irracional.
En mi condición de médico psicoanalista he tenido
ocasión de analizar la vida psíquica de algunos neuróticos que, además de los
restantes síntomas (histéricos u obsesivos), sufrían también tendencias o
impulsos criminales. En gran número de casos, las tendencias de estos sujetos a
la violencia, al robo, a la estafa o al incendio pudieron ser atribuidas a
móviles psíquicos inconscientes y ser atenuadas, incluso totalmente neutralizadas,
precisamente mediante la cura psicoanalítica.
Estos resultados me llevaron a formular la idea de
someter los crímenes a una investigación psicoanalítica profunda, no sólo en su
calidad de subproductos de enfermedades neuróticas, sino por sí mismo; dicho de
otro modo, poniendo el psicoanálisis al servicio de la psicología criminal,
haría falta crear el crímino-psicoanálisis.
La realización de este plan no debería tropezar con
obstáculos insuperables. Habría que comenzar reuniendo un material crimino-psicoanalítico
abundante. He aquí cómo imagino la situación: un psicoanalista cualificado iría
a visitar en las cárceles a los criminales legalmente condenados que hubieran
dado su consentimiento, y los sometería a un psicoanálisis metódico.
Un tal sujeto no tendría razón alguna para rehusar
comunicar todos sus pensamientos y asociaciones, los cuales permitirían
descubrir los móviles inconscientes de sus actos y de sus tendencias. Y una vez
que hubiera vivido esta experiencia, la relación emocional con el analista, es
decir, lo que llamamos la transferencia, le haría desear y apreciar que se ocuparan de él de
esta manera.
El estudio científico de los datos psicoanalíticos
relativos a una misma categoría de crímenes y proporcionados por distintos
individuos permitirá a continuación colmar, con ayuda de un material científico
sólido, las brechas abiertas del determinismo criminal.
Este sería el resultado teórico de la empresa. Pero
incluso en el plano práctico este trabajo nos abre un buen número de perspectivas.
Sin hablar de que sólo una psicología criminal auténtica permitirá hallar los
medios para una profilaxis pedagógica
del crinen, tengo la
convicción de que el tratamiento analítico de los criminales convictos y confesos presenta ya por sí
mismo bastantes posibilidades de éxito, en todo caso muchas más que el rigor bárbaro
de los guardianes o la mojigatería de los capellanes de prisión.
La posibilidad de un tratamiento psicoanalítico, es
decir, de una reeducación de los criminales, nos abre vastas perspectivas.
Son muchos los que justifican el castigo por la
necesidad de “restablecer el orden perturbado”, otros cuentan con el efecto disuasivo del castigo para ejercer una
acción benéfica sobre la profilaxis de los crímenes; pero en realidad es fácil
descubrir en los métodos penales actuales elementos puramente libidinosos,
destinados a satisfacer el sadismo de los impulsos represivos.
La orientación y el método terapéutico psicoanalíticos
podrían eliminar estos elementos nocivos inherentes al deseo de castigar y
facilitar así al mismo tiempo la renovación psíquica de los criminales y su
adaptación al orden social.
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