La depresión es un trastorno mental caracterizado
por sentimientos de inutilidad, culpa, tristeza, indefensión y desesperanza
profundos. A diferencia de la tristeza normal, o la del duelo, que sigue a la
pérdida de un ser querido, la depresión patológica es una tristeza sin razón
aparente que la justifique, y además grave y persistente. Puede aparecer
acompañada de varios síntomas concomitantes, incluidas las perturbaciones del
sueño y de la comida, la pérdida de iniciativa, el autocastigo, el abandono, la
inactividad y la incapacidad para el placer.
La depresión, el más frecuente
de todos los trastornos mentales, afecta a hombres y a mujeres de cualquier
edad y clase social, aunque las mujeres, y las personas en ciertos periodos del
ciclo vital (adolescencia, menopausia y andropausia, y en general los periodos
de crisis o cambios importantes) parecen ser las más afectadas.
Tipología de la depresión
En psicopatología se reconocen
dos grandes categorías dentro de la depresión, aunque en ambos la perturbación
del estado de ánimo es el síntoma principal. En la primera, el trastorno
depresivo, aparecen sólo episodios de depresión. En la segunda, depresión
bipolar o síndromes maníaco-depresivos, se alternan periodos depresivos con
otros de ánimo exaltado y euforia (manía).
En las depresiones simples o en
las fases depresivas de las bipolares, domina el ánimo depresivo, aunque el
paciente puede no ser consciente de su tristeza. Suele haber pérdida de interés
y abandono de las actividades habituales, y los síntomas pueden incluir:
perturbaciones del sueño, pérdidas de apetito o apetito desmedido, incapacidad
para concentrarse o para tomar decisiones, lentitud de ideación y energía
decaída, sentimientos de inutilidad, culpa, desesperación y desprecio de uno
mismo, disminución del interés sexual e ideas recurrentes de suicidio y muerte,
que en ocasiones pueden llevar efectivamente al suicidio.
En la fase maníaca, el ánimo del
paciente es elevado, exaltado, expansivo o irritable. El comportamiento es
extravagante y en ocasiones ofensivo. Otros síntomas son el exceso de
locuacidad, la fuga de ideas, las ideas de grandeza, una actividad sexual,
social y laboral excesivas, incapacidad de concentración, pérdida del juicio y
disminución desmedida del sueño.
Aparición
Al parecer, los trastornos
depresivos pueden tener una cierta predisposición de tipo genético, por lo que
el riesgo de sufrir un trastorno de este tipo es mayor en las familias de
pacientes depresivos. La mayor proporción que se da en las mujeres quizá
dependa de causas orgánicas, pero también parece estar condicionada por la
adquisición de roles sociales más pasivos e incapacitantes, y por el hecho de
que, al exteriorizar la necesidad de ayuda con más facilidad que el hombre, es
probable que las depresiones masculinas pasen más desapercibidas.
Los estudios realizados hasta la
fecha han sugerido también que la predisposición genética a la depresión puede
estar ligada a una sensibilidad anormal ante un neurotransmisor, la
acetilcolina, en el cerebro. Los receptores de esta sustancia se han encontrado
en mayor número en la piel, por ejemplo, de quienes sufren depresiones.
Tratamiento
Los trastornos depresivos son,
por fortuna, los que presentan más tratamientos, al haber sido
ligados con la disfunción de dos de los principales sistemas de
neurotransmisores cerebrales, la serotonina y la noradrenalina, por lo que se
emplean dos tipos de fármacos: los antidepresivos tricíclicos y tetracíclicos y
los inhibidores de la MAO (monoaminooxidasa). Estos últimos requieren una dieta
especial porque interactúan con la triamina, que aparece en los quesos, la
cerveza, el vino, el hígado de pollo y otros alimentos, causando además un
aumento de la tensión arterial. Los antidepresivos tricíclicos no requieren una
dieta especial, pero tienen un efecto tóxico sobre el tejido cardiaco. Ambos
tipos de fármacos actúan bloqueando la reabsorción de la serotonina y la
noradrenalina en las neuronas, prolongando así los efectos de estos
transmisores.
Un avance en la farmacoterapia de la depresión ha sido el Prozac (fluoxetina), que inhibe la reabsorción de la serotonina en el cerebro. Introducido en 1986, este fármaco ha sido prescrito a más de 10 millones de personas en todo el mundo hasta 1994. Otro antidepresivo reciente, el Efexor (venlafaxina), actúa bloqueando la reabsorción tanto de serotonina como de nonadrenalina en el cerebro, y se supone que tiene menos efectos secundarios. Ha mostrado su eficacia en el tratamiento de diversos tipos de depresión. También se emplea el carbonato de litio, un mineral común, para controlar las fases maníacas de las enfermedades maníaco depresivas. En pequeñas dosis, también se emplea para controlar las fluctuaciones anímicas de este trastorno bipolar.
Un avance en la farmacoterapia de la depresión ha sido el Prozac (fluoxetina), que inhibe la reabsorción de la serotonina en el cerebro. Introducido en 1986, este fármaco ha sido prescrito a más de 10 millones de personas en todo el mundo hasta 1994. Otro antidepresivo reciente, el Efexor (venlafaxina), actúa bloqueando la reabsorción tanto de serotonina como de nonadrenalina en el cerebro, y se supone que tiene menos efectos secundarios. Ha mostrado su eficacia en el tratamiento de diversos tipos de depresión. También se emplea el carbonato de litio, un mineral común, para controlar las fases maníacas de las enfermedades maníaco depresivas. En pequeñas dosis, también se emplea para controlar las fluctuaciones anímicas de este trastorno bipolar.
La terapia electroconvulsiva o
electroshock, terapia de choque, pese a sus riesgos y efectos secundarios se
sigue utilizando en depresiones que no responden a la farmacoterapia antes
descrita. En el otro extremo de este tratamiento agresivo estaría la
psicoterapia, válida como seguimiento, tratamiento complementario y como
prevención de las depresiones graves, así como para combatir las depresiones
más leves (conocidas como depresiones neuróticas, por oposición a las
psicóticas). La psicoterapia de diversos tipos, según varios paradigmas
teóricos (desde los conductistas a los psicoanalíticos) cuenta con abundante
apoyo empírico y clínico que la avalan como tratamiento optativo, ya que muchos
trastornos depresivos tienen sus orígenes no tanto en disfunciones orgánicas
sino en factores psicosociales (emocionales, conductuales y cognitivos) e
incluso culturales.
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